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Editorial del País.

La activista saharaui Aminetu Haidar está ya de regreso a su casa en El Aaiún. Era la única salida aceptable para una crisis que tuvo como origen una decisión inicua del Gobierno marroquí y una colaboración del español sobre la que aún siguen pesando algunas sombras. Tras más de un mes en huelga de hambre, la vida de Haidar empezaba a correr serio peligro y es por ello un alivio que este episodio, que ha mostrado la debilidad de las bases de las relaciones entre España y Marruecos, no haya terminado en tragedia. Pero el simple hecho de haber logrado un desenlace sin consecuencias irreversibles para la vida de una persona, aunque con posibles secuelas para su salud, no significa que, desde el punto de vista político y diplomático, las cosas vayan a continuar como si nada hubiera sucedido.

Marruecos ha deteriorado gravemente la credibilidad de su propuesta de autonomía para el Sáhara. Con el trato dispensado a Haidar, a quien ha aplicado un castigo brutal y sin proporción alguna con la acción inicial de la activista, además de adoptado sin intervención judicial y contraviniendo los derechos humanos, ha dejado patente que la represión sigue formando parte de los métodos para tratar a los saharauis. Y ha vuelto a situar la cuestión del Sáhara en la agenda internacional, donde languidecía después de fracasar los intentos de solución llevados a cabo por algunos de los más comprometidos enviados internacionales, como James Baker.

Los puntos de vista de Marruecos sobre el Sáhara salen en peor posición después del injustificable atropello cometido con Haidar, y tardará tiempo en lograr, si es que lo logra, reconstruir una mínima compresión internacional.

Pero tampoco la diplomacia española, en particular el ministro Moratinos, sale indemne del trance. En la esfera internacional, España se ha visto forzada una vez más a involucrar a algunos de sus principales socios y aliados en la solución de un contencioso con Marruecos, mostrando su incapacidad para gestionar por sus propios medios y con solvencia la estabilidad de una región crucial como es el Magreb. Las dudas sobre el papel del Gobierno español en el origen de la crisis no hacen sino reforzar la creciente convicción internacional de que los asuntos entre España y Marruecos deben ser tratados como bilaterales, con lo que nuestro país corre el riesgo de ser progresivamente percibido, no como parte de la solución, sino del problema.

A lo largo de un mes, el ministro Moratinos ocultó un dato trascendental: que fue informado por su colega marroquí de la deportación de Haidar. Al reconocerlo ahora, deja en evidencia las declaraciones del presidente del Gobierno, la vicepresidenta primera y el ministro del Interior. Si con la información de la que disponía, el ministro de Asuntos Exteriores no hizo nada, entonces provocó por omisión el contencioso; si lo hizo, convirtió a España en cómplice del atropello.

En Somos Nadie.

Porque resististe hasta el final. Porque no te rendiste. Porque cuando te echaron de tu tierra y no te dejaban entrar en tu casa, nos entregaste todo lo que traías en tu equipaje: tus sonrisas, tus palabras, tus fuerzas, tus comidas, tu valentía. Porque llegaste a ofrecer tu vida, porque no estabas dispuesta a vender tu dignidad, ni a alquilarla, ni a dejarla como préstamo. No. Aguantaste la dignidad hasta el último minuto.

Por despertarnos las conciencias. Por sacarnos de nuestras casas. Por hacernos hablar de los derechos humanos, de los pueblos oprimidos, de las monarquías medievales, de los chantajes de Estado. Por ponerle rostro, ojos, manos, cuerpo, voz a un pueblo que querían enterrar bajo las arenas del desierto.

Por convertir el cuarto de maletas de un aeropuerto en el lugar de encuentro de decenas de corazones solidarios. Por destaparnos la auténtica cara de una monarquía que se disfraza de democracia. Por demostrar que al final la verdad siempre sale, que la mentira tiene las patas cortas aunque venga de la boca de un Ministro de Exteriores o de un cónsul que traicionó a su tierra. Por ayudarnos a descubrir la indignidad de los traidores a su propio pueblo.

Por demostrarnos que luchar por la justicia vale la pena. Por enseñarnos que los Estados armados hasta los dientes no siempre se salen con la suya, y que también pueden perder la batalla los cómplices de esos estados, los que les venden las armas y les brindan tratados de amistad. Por demostrar que la coherencia y la claridad de una sola mujer puede vencer a la fuerza de la falsedad de las diplomacias, a la violencia de las fronteras, a las decisiones injustas e ilegales de un gobierno déspota, a las cobardías de las mayorías parlamentarias, a las silenciosas complicidades de las monarquías hermanas.

Porque, esta vez, gracias a tu lucha, frente a las razones de Estado ganaron los corazones de los pueblos. Porque frente a la opinión publicada ganó la pública y masiva solidaridad.
Porque en estos 32 días nos diste tanto, nos enseñaste tanto, nos emocionaste tanto… Gracias, muchas gracias, Aminatu Haidar.

En Canarias Ahora

La columna anterior, sobre las víctimas canarias del Sahara, suscitó réplicas cuasi airadas y coincidentes en cargar contra los saharauis sin referencias a Marruecos; que algo tiene que ver, digo yo, en el conflicto sahariano si no me lo han cambiado. También tienen en común los replicantes elevar a cientos, incluso a miles, las víctimas isleñas; con la infamia añadida de acusarme de justificar muertes a manos de los polisarios.

Como comprenderán, no voy a estarme callado y aclaro, de entrada, que la infamia no la cometen conmigo, que uno está ya acostumbrado a estas cosas, sino con las familias de las víctimas al remover y manipular su dolor para que vean en la monarquía alauita la buena de la película. Al ser replicantes anónimos, no puedo decirles si pecan de ignorantes o si les mueve la mala fe o algún interés.

Nunca he ocultado mis simpatías por los saharauis. Considero justo lo que defienden y vista la tradicional hostilidad de Marruecos en lo que nos concierne directamente, no quiero ni pensar la que nos espera si consigue “rodear” por completo al archipiélago. Ni lo que ocurriría si, de acuerdo con su “protocolo” habitual de trato a España, pone Rabat a Madrid en el trance de optar entre la seguridad en el sur peninsular y Canarias. No olvidemos que estamos en la zona de influencia económica marroquí y que lo estaremos más si Marruecos se consolida ahí enfrente y obtiene la soberanía del territorio. Para pensárselo.

Sin embargo, a pesar de mis simpatías polisarias no descarté la posibilidad de que, en efecto, fueran ellos los causantes de las muertes. Sólo dije que la misma falta de datos y de hechos terminantes para afirmar o negar de manera taxativa la responsabilidad polisaria, permite sospechar que fueran marroquíes los autores. Que es donde duele a los replicantes.

Yo me inclino por la segunda opinión al tener Marruecos el control efectivo de la zona y los recursos militares necesarios; además de una considerable falta de escrúpulos para ejecutar operaciones que debiliten el apoyo canario a la causa saharaui. Esta es, insisto, una opinión, pero convendrán que no es lógico que los saharauis se arriesgaran a echarse en contra a la población canaria, que les aporta considerable apoyo logístico, dando muerte a isleños, con frecuencia simpatizantes suyos.

Ocultan los replicantes, como digo, a la parte marroquí a pesar de su papel central. Nada dicen nada de los avisos acerca del peligro real de ir a pescar en zona de guerra. Hay que pensar que si aún así continuaron yendo allá los barcos, se debió a las garantías de seguridad dadas por los propios marroquíes a los armadores. Poco les importaba porque, total, de producirse incidentes y muertes (o de provocarlos, no se olviden), no tenían sino que culpar a los polisarios. Convendría reparar en que los incidentes se recrudecieron tras abandonar Mauritania el sur del territorio que le fuera asignado en los acuerdos de Madrid y ocuparlo Marruecos sin más, sin tomar en consideración los tales acuerdos de los que algo apuntaré enseguida.

Los replicantes, al tratar de “invisibilizar” a Marruecos juegan, como tantos otros, con la desmemoria. No viene mal, pues, algún recordatorio. Primero fue la “marcha verde” de noviembre de 1975, durante la agonía de Franco. Siguieron los citados acuerdos de Madrid y la arriada de la última bandera española en El Aaiún, en febrero de 1976, con la que se inició la sangrienta ocupación marroquí. Los civiles saharauis que huían a Argelia fueron ametrallados y bombardeados sobre la marcha con napalm y fósforo blanco. La intención genocida quedó en evidencia.

El Polisario, establecido en Tinduf, se mantuvo sobre las armas hasta 1991 en que, bajo los auspicios de la ONU, se firmó el alto el fuego con el compromiso de celebrar el referéndum, ése que Marruecos impide y que olvidan los replicantes.

En hablando del referéndum, uno de los replicantes reprochó mi desconocimiento “de las reglas básicas del Derecho Internacional” al afirmar que es asunto de los saharauis optar por integrarse en Marruecos o formar un Estado independiente. Según el espontáneo iusinternacionalista, eso compete a la Comunidad Internacional, con mayúsculas mayestáticas, para rematar que ésta “no puede ser objeto de ningún chantaje”, qué va.

Ignora que desde los 14 puntos del presidente Woodrow Wilson, el derecho de autodeterminación de los pueblos es una de esas normas básicas, precisamente. No entraré en la ya inútil discusión de si el primero en formularlo fue Wilson o si lo proclamó antes la revolución soviética; sí diré que el referéndum sahariano busca hacer efectivo el ejercicio del derecho de autodeterminación de los saharauis y que decidan ellos si quieren ser marroquíes o independientes. Bájate de áhi, pues.

El iusinternacionalista de ocasión dice hablar “con el Derecho Internacional en la mano”. Sin especificar qué mano y si no será un miembro menos noble. Quizá no fuera a clase el día que explicaron la autodeterminación. En cuanto al chantaje a la Comunidad Internacional, imagino, por el sesgo de su intervención, que se referirá a Aminatu Haidar y no a los disparaderos en que la ha puesto Marruecos en varias ocasiones. Acusar de chantaje a quien se juega la vida por la causa de su pueblo es miserable, qué voy a decirles, aun en quienes no están de acuerdo con el procedimiento.

Debo recordar también al iusinternacionalista que la ONU es la institucionalización de la comunidad internacional, con minúsculas; que la ONU misma declaró ilegales los acuerdos de Madrid; y que sus servicios jurídicos dictaminaron, hace seis o siete años, que esos acuerdos no le dieron la soberanía sobre el Sahara que Marruecos ejerce sin piedad. Es lo que hay con el Derecho Internacional en la mano. Gracias por proporcionarme la “percha” para abordar estos extremos. 

En Canarias Ahora

Con la condena mediática de Diego en el caso de la niña Aitana, pudimos comprobar durante una semana que esta sociedad necesita canallas. Se venden más periódicos, se visitan más en Internet, aumentan las audiencias de los informativos de televisión y los programas de telebasura cuando tenemos a un canalla como protagonista. Podía ser un canalla en Austria, que tenía secuestrada a sus hijas en el sótano de su casa, que las violaba y las dejaba embarazadas. Pero también buscábamos a algún canalla autóctono, por eso nos volvimos locos hasta encontrar a un tipo que tenía una furgoneta blanca y que, de repente, fue reconocido por mucha gente gracias a la difusión periodística de su imagen. Todavía no sabemos si aquel tipo de la furgoneta es o no culpable, pero ya lo condenamos. En el caso de Aitana el negocio se acabó pronto, porque Diego no era ningún canalla. Así que pasamos página de distinta forma: unos pidiendo perdón, otros llorando como los cocodrilos y otros desnudando a Diego con toda su debilidad.

Ahora llevamos varias semanas con Aminatu Haidar como protagonista. Además de volver al primer la plano toda la injusticia que se lleva cometiendo hace más de 30 años con el pueblo saharaui, la lucha de Haidar está sirviendo para comprobar que esta sociedad también necesita heroínas, también necesitamos mujeres y hombres dispuestos a jugarse lo más importante, la vida, por algo que parece que cotizaba poco en esta sociedad: la dignidad. Es importante saber que esta sociedad no sólo busca canallas, también buscamos héroes, y quizá esa sea una de las razones del protagonismo de Haidar. Los directivos de los medios se han dado cuenta, y algunos que habían enterrado la causa saharui, que aplaudían los discursos del tirano en los aniversarios de Mohamed VI en el consulado de Marruecos, se apuntan ahora a la fabricación de esta heroína. Es la ley de la oferta y la demanda.

Por eso nos preocupa que se esté apagando la voz de Aminatu; esa voz que ha recorrido países, instituciones, ciudades y pueblos para recordar que el pueblo saharaui existe, que un ejército de ocupación desterró a la mitad de ese pueblo y al otro lo condena al silencio. Ayer mismo lo recordaba ella en una entrevista en El País “mientras mi tierra esté ocupada, el ocupante, Marruecos, tiene la obligación legal de darme un pasaporte. Si cedo, expulsarán a muchos saharauis igual que a mí”.

Los miembros de la Plataforma de Apoyo le están diciendo “te apoyamos, pero te necesitamos viva”. Aminatu responde que hay otras vidas en peligro de las que no se está hablando. Siete activistas saharauis llevan dos meses encarcelados en la prisión de Salé, y van a ser juzgados por un tribunal militar marroquí, podrían ser condenados a muerte por el “terrible” delito de haber visitado a sus familiares y compañeros en los campamentos de Tinduf. También ellos son héroes, también tienen nombres, hijos, padres, madres, hermanos…No están en un aeropuerto canario, pero sus vidas también corren peligro. ¿O es que sólo nos preocupa Aminatu porque podría ser un cadáver en nuestra casa?

Hablemos de todos los héroes y heroínas. Pero no olvidemos a los canallas. Los canallas son los que condenan a muerte a los pacifistas. Publiquemos sus fotos. Empezando por la del rey de Marruecos. Al lado de la foto de Aminatu y de la de Mohamed VI podríamos poner una encuesta: ¿usted a quién apoya, a los héroes o a los canallas? Que respondan primero Moratinos y Hillary Clincton, que hoy se verán las caras en la Casa Blanca.

En ABC.

LA situación de Aminatou Haidar, además de demostrar al mundo el respeto tan subjetivo que siente el Reino de Marruecos hacia el ordenamiento jurídico internacional y de crear un problema al Gobierno de España, ha puesto de actualidad el insoportable estado de la cuestión del Sahara Occidental. Marruecos no se caracteriza por ser un Estado riguroso en el respeto a los Derechos Humanos, aunque tampoco lo sean más sus vecinos.
España no ha sabido encarar el presente y futuro de su no tan antigua colonia, moviéndose entre la solidaridad hacia un pueblo refugiado, que goza de amplia simpatía entre nuestra población, y la prioridad por mantener buenas relaciones con Marruecos, nuestro vital vecino.
Tampoco la violación al derecho de ciudadanía que ha sufrido Aminatou es el primero que comete Marruecos. Fui testigo en 1990 en Dakar, la capital senegalesa, de la expulsión del responsable de cooperación del Frente Polisario, que me acompañaba en un encuentro euroafricano de operadores de cooperación descentralizada, por intervenir, en dicho evento, con el rotulo de «Sahara». Su pasaporte no era marroquí sino diplomático argelino y ello no bastó para que se le entregara roto en varios tijeretazos y colocado en un avión hacia París.
La novedad es la respuesta valiente de Aminatou en un tiempo de escasos sacrificios. La Gandhi saharaui ha puesto contra las cuerdas la desidia de la Comunidad Internacional en torno al derecho del pueblo saharaui.

En Público.

La determinación y valentía de Aminetu Haidar para llevar a cabo una acción no violenta tan potente como una huelga de hambre, con el dramatismo que impone la decisión de poner en juego la vida para defender el derecho a vivir en su tierra, ha puesto sobre la mesa un conflicto que lleva años en la sombra: la situación del Sáhara Occidental, el único territorio africano pendiente de descolonización.

Desde la perspectiva de los derechos humanos, sancionados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Declaración Universal aprobada el 10 de diciembre de 1948, ¿puede un Estado deportar a una persona sin su consentimiento? ¿Puede un Estado negar a alguien el derecho a vivir en su tierra? Con la mente y el corazón unidos a Aminetu, pienso en el viejo poema del tiempo de las dictaduras, aquel en el que Erich Fried escribió: “¿Aquí quién manda? El pueblo, naturalmente. Naturalmente el pueblo, pero ¿quién manda realmente?” Como Fried, pienso que el Estado, naturalmente, no puede negar a una persona el regreso a su casa. Pero, al igual que Fried, veo cómo algunos Estados lo hacen realmente, cómo lo hace Marruecos con Haidar. De fondo, el conflicto es de quién es la tierra a la que volver. Quién manda aquí.

Cuánta razón tenía Hannah Arendt cuando escribió que, a menudo, lo que impide el disfrute de los derechos humanos es la carencia de una comunidad de referencia, la abstracta desnudez de ser nada más que humano. Lo han comprobado los refugiados, los apátridas, los encerrados en los campos de exterminio. ¿Es el caso de Aminetu Haidar? ¿Quién ampara a los saharauis, además de ellos mismos?

La comunidad internacional tiene mecanismos para exigir a un Estado que asuma sus obligaciones. Puede buscar una salida inmediata a la situación de Aminetu y activar, estableciendo plazos, su compromiso con el Sáhara, el cumplimiento de las Resoluciones de Naciones Unidas.

A estas alturas de la historia, y más allá de la mejor o peor gestión de este episodio, éste no es sólo un problema de España. Si hay un caso claro en el que tiene que implicarse la comunidad internacional, y dentro de ella quienes tienen capacidad para influir, es éste; en particular, y dadas las relaciones e intereses que mantienen con Marruecos, son Estados Unidos, Francia, Argelia, España, y desde luego la Unión Europea, quienes han de actuar. No sólo porque la comunidad internacional es garante del cumplimiento de los derechos humanos frente al Estado, sino por una cuestión mucho más de fondo y con implicaciones graves: ¿alguien ha sopesado qué lección se extrae de la marginación de una lucha, la del Sáhara, que es pacífica, y qué se está promoviendo cuando la comunidad internacional sólo se moviliza ante quienes utilizan la acción terrorista?

Ante la posible muerte de Aminetu Haidar, que no se llevaría a nadie por delante, ¿qué van a hacer Francia, la UE o Estados Unidos, que tanto empeño ponen en otros conflictos, aireados con métodos sangrientos? Aminetu Haidar, la opción no violenta, tiene que vivir: la comunidad internacional tiene que salvarla.

Carmen Magallón es doctora en Físicas y directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

 

 

En Canarias Ahora

Sea cual sea el desenlace, a vida o muerte, de la lucha de Aminatou Haidar, habrá un antes y un después para la causa del pueblo saharaui. No sugiero que de la noche a la mañana y como por arte de magia se vaya a enmendar una injusticia histórica que dura ya casi 35 años, pero sí que la valiente y dolorosa decisión de Aminetu está rescatando del olvido interesado y culpable un problema al que la llamada » comunidad internacional» más que no poder, no había querido dar solución. Aminatou ha desenterrado la cuestión del Sahara Occidental, del derecho del pueblo saharaui, en el exilio o bajo la opresión del gobierno marroquí, a ejercer su derecho inalienable a elegir, en referéndum de autodeterminación, su propio destino.

 

La historia da estas sorpresas. Cuando con la culpabilidad, la complicidad y la inoperancia de gobiernos como los de Marruecos, España, Francia, Estados Unidos o la misma ONU parecía que la causa saharaui estaba condenada a seguir languideciendo hasta desaparecer, un suceso inesperado, la práctica deportación de Aminatou Haidar desde el Sahara ocupado hasta Lanzarote, ha puesto de relieve la flagrante violación de los derechos humanos y del derecho internacional de los gobiernos marroquí y español en la persona de esta mujer admirable. Pero es que ella se ha convertido, la han convertido, sin posible alternativa para su sentido de la dignidad, en símbolo del derecho de todo un pueblo a una tierra y a una patria que les fue arrebatada dolosamente.

Tiene que haber un antes y un después del sacrificio que está afrontando con una entereza ejemplar Aminatou Haidar. La cuestión del Sahara Occidental no puede volver a ser enterrada en las gavetas de los despachos de la diplomacia internacional. La ONU y los países implicados directa o indirectamente en el problema, España, Francia y Estados Unidos tienen que » convencer » al gobierno marroquí de que antes o después tendrá que aceptar y reconocer la legalidad internacional. Marruecos no es dueño del Sahara Occidental, solo su administrador provisional y no puede seguir entorpeciendo indefinidamente la celebración de un referéndum que, aún dando lugar al nacimiento definitivo de un nuevo estado africano, a la larga será más beneficioso para él que mantener el yugo de su opresión sobre un pueblo que no está dispuesto a rendirse.

El mérito de la nación saharaui es incalculable. Tras una valerosa guerra de independencia que se prolongó hasta 1991 y ante la alevosa actitud del gobierno marroquí y sus cómplices internacionales, que dilataron sine die u » olvidaron» la obligación de realizar un referéndum de autodeterminación, el pueblo saharahui no reaccionó apelando a un terrorismo ciego, sino que con inteligencia y determinación emprendió la lucha pacífica por su derecho a la libertad e independencia en los territorios ocupados.

Después de muchos días de huelga de hambre, la situación de Aminatou Haidar es muy delicada, pero en cierto sentido aún lo es más la de los gobiernos de Marruecos, España, Francia, Estados Unidas y la propia ONU que no pueden seguir predicando el respeto y la defensa de los derechos humanos y, al mismo tiempo, mirando hacia otro lado cuando se trata de ejemplos concretos como los de esta mujer y este pueblo.

La vida de Aminatou Haidar pende de un hilo, pero si el gobierno de Marruecos, tan calculador siempre, sabe lo que le conviene, no dejará morir a Aminatou Haidar, en este caso será para él el mal menor.

En Canarias Ahora

Querida Aminattou: Observarás con estupor la deriva legalista, en clave de derecho interno, del debate público sobre tu situación, ahora que hace 25 días que estás en huelga de hambre en el cercano aeropuerto de Guacimeta, en Lanzarote.

Algunos juristas opinan que será posible la intervención médica consistente en la alimentación forzosa cuando pierdas la consciencia, cuando en el fondo sabemos que esa “solución” no sirve; se aplicó para otros casos, muy estudiados en nuestra doctrina y jurisprudencia antes de la Ley 41/2002, básica reguladora de la autonomía del paciente.

La autonomía. De la paciente. Qué paradoja en tu caso. Encarnas durante toda la vida la lucha por la independencia del Sahara, de una manera pacífica, con el apoyo escrito en papel mojado de las Resoluciones de la ONU que acordaron la celebración del referéndum y prohibieron que Marruecos esquilmara sus recursos naturales. Observas cómo la denominada comunidad internacional se olvida durante 34 años de las reiteradas violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales de Marruecos contra los saharauis. Te detienen, sufres prisión, te juzgan, te condenan. Llegas, al regresar de recoger un premio en Nueva York, a una situación ilegal de privación del derecho a entrar y residir en tu propio país, y pasados 25 días de sufrimiento en reclamación de todos esos legítimos derechos, se debate sobre tu autonomía. Y se espera inútilmente la eventualidad de actuar cuando pierdas la consciencia.

Ante esa posibilidad, emites una declaración de voluntad libre en pleno uso de tus facultades, plasmada en un documento notarial de instrucciones previas. Podrás perder la consciencia, pero no la conciencia.

Esa decisión impedirá que se perpetre un último acto de fuerza contra tu cuerpo. El espíritu no te lo doblegaron antes en la “cárcel negra”, no podrán con él en el aeropuerto. Debatiremos sobre si eras realmente libre al tomar la decisión, sobre si te trajeron privada de libertad, buscaremos con buena fe un resquicio en nuestra ley interna, cuando no supimos defender un derecho grande como un abismo con arreglo a la legalidad internacional. Y no servirá de nada. Salvo que tú puedas aún mirar más allá de ese muro de debates construido a tu alrededor, más sutil que el que se cierne sobre tu pueblo.

Sólo tu convicción de haber abierto otro camino quizá pueda hacer que vivas y continúes tu lucha. Para que no nos dejes aquí, más huérfanos y más culpables.

Es cierto que nos impresiona tu hambre cercana, cuando nos olvidamos del hambre en Tinduf. Que nos conmueve tu situación de exiliada forzosa, cuando tu pueblo lo es en su propia tierra.

Tenemos que admitir la lentitud propia de un adolescente nacido en democracia e inmerso en el estado el bienestar y sólo reaccionamos, con cierto malestar, a la urgencia de tu situación. Como tu hijo pequeño al que hace unos cinco años explicaste en silencio durante tu juicio que se puede llegar a perder a la madre, pero no la dignidad.
Querríamos salvarte la vida, sin haber comprendido que no es ese derecho fundamental que, como mantienen algunos desde hace siglos, prevalece sobre el resto. No lo es cualquier forma de vida.

Perdona la inconsciencia, pero ahora te necesitamos como nunca. Come algo por cada persona que haya tomado conciencia. Vive para verlo.

En Canarias Ahora

Es duro hablar con quienes han perdido familiares a consecuencia del conflicto sahariano. Hubiera querido no tocar el tema por respeto a ellos; pero tampoco me gusta que se trate de manipular esos sentimientos culpando a los saharauis de las desgracias para dejar a los alauitas llibres de sospecha. El caso de Aminatu Haidar ha removido esos recuerdos dolorosos no porque lo hayan querido las familias, que en todo caso estarían en su derecho, sino por el interés político de desacreditarla y deslegitimar la causa saharaui en beneficio de Rabat. Conviene darle a un repaso a lo que hay para disponer de más elementos de juicio.

Para empezar, habrán visto cómo se pasa ya de puntillas por el referéndum. La ONU no ha sido capaz de sacarlo adelante y no por culpa de los saharauis, que quieren la consulta, sino debido al bloqueo sistemático de Marruecos, respaldado por estadounidenses y franceses, con España escurriendo el bulto. Nadie habla ya del referéndum.

En segundo lugar, es evidente que, aparte las ambiciones territoriales del nacionalismo marroquí, mueve a Rabat su mala relación con Argelia, que apoya a los saharauis. Argel quiere una salida al Atlántico y la certeza de que podría conseguirla con un Sahara independiente fue determinante para que las potencias occidentales cerraran filas con la monarquía alauita y la dejaran hacer. Primero, mandaban las circunstancias de la guerra fría; ahora, la prevención contra el terrorismo islamista que vino a sustituir al peligro comunista. Doy por supuestas las conveniencias económicas y empresariales que mueven más montañas que la fe.

El caso es que Rabat ha sabido jugar sus cartas sin que nadie rechiste. En el interior, desconoce los derechos ciudadanos y reprime a los saharauis. En el exterior utiliza como muñeco de feria a España, que nunca ha sabido ponerse en su sitio.

Todo empezó, recuerden, con la “marcha verde” y los acuerdos de Madrid. La primera fue una agresión consentida (diría que pactada por el lobby marroquí dentro del régimen franquista). De los segundos, dejaré a un lado la discusión acerca de su legalidad para ir a un aspecto soslayado a favor, cómo no, de los intereses marroquíes: el de que en Madrid se acordó la división del territorio entre Marruecos y Mauritania; sin contar con los saharauis, por supuesto. Posteriormente, Mauritania se retiró y Marruecos aprovechó para ocupar también el sur sin que nadie pusiera objeciones.

A partir de entonces, se recrudecieron las acciones marroquíes contra pescadores españoles y canarios. Los apresamientos, las conducciones de barcos a puerto y las multas fueron el pan de cada día. Por no hablar de la dudosa legalidad con que otorgaba Rabat las licencias de pesca, un aprovechamiento ilegítimo de recursos marinos que no le pertenecían. Marruecos se ensañó con los barcos españoles y canarios y con el embullito le metió mano también a un pesquero ruso, por lo que la URSS envió de inmediato un barco de guerra a imponer respeto. Los marroquíes se achicaron y tanto se la envainaron que los canarios, miren por donde, pudieron faenar con tranquilidad, amparados por el buque soviético mientras estuvo en la zona.

Se recordará, por otro lado, que los polisarios advirtieron en varias ocasiones del riesgo de pescar en zona de guerra. Allí desapareció el “Mencey de Abona”, del que nunca volvió a saberse, aunque se responsabilizara a los saharauis, obviando que eran los marroquíes quienes ejercían el control de las aguas y controlaba la pesca.

En cuanto al “Cruz del Mar”, creo que fue el único incidente con muertos conocidos. Se culpó a los saharauis y poco se reparó en el testimonio de los supervivientes que identificaron a los atacantes como marroquíes. No interesaba. Todavía no se explica la insistencia de la Policía española en que reconocieran como uno de los asaltantes a Mohamed Salem, conocido por Paquito, un dirigente polisario al que quisieron involucrar sin que se sepa la razón y con empeño sospechoso; incluso después de saberse que cuando lo del “Cruz del Mar” Salem estaba en Argel, donde fue a recibir a los delegados de una asociación de Amigos del Sahara nórdica. Los polisarios, recuerden, sólo reconocieron haber actuado contra la patrullera Tagomago y el Junquito.

Las informaciones de que se dispone no autorizan a acusar a los saharauis de esos hechos con la seguridad con que lo han hecho algunos estos días confiando en la desmemoria de la gente. No puede tampoco señalarse sin ningún género de duda a los marroquíes, aunque tengan todos lo boletos. Hay noticias de malos tratos por sus patrulleras a nuestros buques de pesca y es difícil de creer que dispusieran los polisarios de barcos suficientes equipados para semejantes operaciones. Sin contar con que era Rabat, no el Polisario, el interesado en reducir las simpatías canarias por los saharauis.

No viene mal recordar, como contrapunto, la anécdota de los marineros del Las Palomas. Fueron capturados por los polisarios y conducidos al campamento de Tinduf, en el desierto argelino. No recuerdo cuantas semanas duró el secuestro, pero sí su llegada a Gando al ponérseles en libertad. Todo el mundo esperaba que pegaran a rajar malamente de los saharauis. No debían haber oído hablar del “síndrome de Estocolmo” vista la cara de sorpresa que se les puso al manifestarse el dicho síndrome al modo canario, que es la leche. No daban crédito a las maravillas que decían los liberados de sus captores, sin parar de llamarlos “hermanos” y de proclamar la justicia de su causa. Sin duda, interesó a los saharauis halagarlos a efectos de contrapropaganda y regresaron privados. El despecho de quienes los calificaron de “pobres ignorantes” fue evidente.

A lo que iba: Aminatu Haidar reivindica la existencia de un pueblo que se niega a caer en el olvido y quiere decidir su futuro. Una pretensión irritante para quienes pensaban que todo estaba dicho en el Sahara, que no han vacilado en poner a parir a la activista saharaui. Se olvida que integrarse en Marruecos o formar un Estado independiente es asunto de ellos, de los saharauis. El conflicto lo han provocado, pues, quienes niegan ese derecho y deberíamos cuando menos poner en el congelador los intentos de atribuirle a ellos la autoría de actos bárbaros con víctimas isleñas; como si no supiéramos que Rabat dispone de mejores medios y que no se recata a la hora de utilizarlos de la peor manera.

   En http://herminia.canariasahora.es/  

   Si yo tuviera la ocasión ahora mismo de estar  cerca de Aminatou, si yo pudiera acercarme a su lado antes de que fuera demasiado tarde, le diría  bajito al oído ¡No dejes que te mueran!. No les des ese gusto. ¿ No ves que te quieren  morir?. ¿No ves que  brindan ya porque  nadie te sienta, ni te vea ni te oiga?  Si dejas de articular  palabras –tus palabras pronunciadas con suavidad pero  recias y contundentes retumbando en el mundo- te aseguro que no habrá por mucho tiempo nadie que pueda hacerles tanto daño como les hace tu resistencia pacífica, denunciando permanentemente  las violaciones de derechos humanos.

       Si Aminatou pudiera escucharme hoy  le pediría  que los observara con atención. Míralos, no se han atrevido a matarte pero te están muriendo poco a poco. Conocedores de tu fortaleza moral, un día sí y otro también,  se regodean en tu decaimiento físico porque,  por la historia de nuestras sociedades, saben bien  que la memoria de la inmensa mayoría es débil y que sin tu presencia revulsiva seguirán actuando en total impunidad. 

      Aminatou Haidar ¡no dejes que te mueran! Tod@s cuant@s  reclamamos  respeto a los Derechos Humanos te  queremos  viva.  Necesitamos tu palabra recia y contundente retumbando en el mundo. Mantén viva el arma que se ha demostrado como la más potente y eficaz entre todas las armas, el blindado contra el que se estrellan todos los bombarderos:  tu voz, tu mirada,   tu gesto.

      Si yo pudiera dedicarle a Aminatou una canción  le pondría aquella de Horacio Guarany  entonada por Mercedes Sosa:

Si se calla el cantor calla la vida…..si se calla el cantor muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría.

Que no calle el cantor porque el silencio
cobarde apaña la maldad que oprime,
no saben los cantores de agachadas
no callarán jamás de frente al crimén.

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¡¡LIBERTAD PARA LOS PRESOS POLÍTICOS SAHARAUIS!!